Verónica González | Deuda Privada en Tiempos de Cambio

Verónica Gonzalez

Portfolio Manager de Deuda Privada en LarrainVial Asset Management

La Deuda Privada en Chile ha crecido en forma importante los últimos años.  En 2020 los fondos públicos que administraban deuda sumaban un total de activos de USD 3.868 millones, según la Asociación Chilena de Administradoras de Fondos de Inversión (ACAFI), mostrando un importante crecimiento en los últimos años, esto sin considerar los fondos privados que participan en este tipo de activos.  Este desarrollo se ha dado a través de la inversión en una gran variedad de estrategias, desde financiamiento a personas naturales a través de crédito automotriz, mutuos hipotecarios y leasing de vivienda, como a pequeñas y medianas empresas a través de factoring, créditos a pymes con fianzas de sociedades de garantía recíproca o seguros de crédito, mutuos hipotecarios de fines generales, créditos con garantías reales y financiamiento a inmobiliarias, entre otras.   Se abrió una oportunidad de obtener buenos niveles de rentabilidad con riesgos acotados, a través de fondos diversificados, en un mundo que hace un tiempo, sólo estaba reservado para los bancos y en un entorno de alternativas de inversión que ofrecían niveles de retornos menos atractivos.   Por otra parte, la oferta de crédito por parte de los bancos se volvía más restrictiva dadas las exigencias de capital a las que estaban expuestos.

Debido a la crisis social que afectó a nuestro país en 2019 y luego por los efectos de la pandemia en las carteras de inversión, la cual aún está en desarrollo, sumados a los cambios políticos que actualmente enfrenta el país, los fondos de Deuda Privada han debido ajustar sus estrategias y combinar carteras ilíquidas y de plazos más largos con carteras de menor duración, de tal manera de cumplir con las demandas de sus aportantes, y ajustarse a la nueva realidad, minimizando además los riesgos asociados.  Por otra parte, las instituciones financieras bancarias se han vuelto más restrictivas dado su mayor costo por riesgo propio de un ambiente de mayor incertidumbre, todo lo cual se ha transformado en una oportunidad y a la vez en un desafío para los fondos de deuda. 

De esta forma, hoy se dan oportunidades de invertir en créditos con mejores niveles de riesgo / retorno y a plazos más cortos, que permiten conformar una oferta atractiva y más acorde a lo que buscan los inversionistas.  El tema, como siempre, es elegir bien.  El negocio de crédito implica tomar riesgos conocidos, aceptables y controlables, de tal forma de poder enfrentar eventualidades, cubrir gastos y darle al inversionista la rentabilidad que busca.  Para esto se debe mirar hacia el futuro, respondiendo a la pregunta, ¿qué puede pasar para que nuestro deudor deje de ser lo que es?  Para ello es necesario entender su capacidad de generar flujos, de enfrentar distintos escenarios, de conocer en qué parte de la estructura de capital se debe estar y cómo fortalecerla a través de un buen contrato y adecuados colaterales.  Pero también se debe considerar el entorno en el que está inserto y su capacidad para enfrentar ciclos adversos. 

Al final la premisa de que los malos créditos se dan en tiempos buenos toma mucho significado en estas épocas de mayor volatilidad, y donde se deben seguir ajustando las estrategias para enfrentar un período donde la constante seguirá siendo el cambio.   

 

Andrea Sanhueza